Publicado en: http://www.paralelo36andalucia.com/
Autor: Francisco Garrido.
Para quien no lo sepa, Alejandro Lerroux fue un líder del partido radical que jugo a muchas cosas en la política española del principio del siglo XX. Fue un anticlerical y demagogo republicano al principio, se convirtió al españolismo populista en Cataluña (el “emperador del paralelo” barcelonés), formó coalición de gobierno con la CEDA (extrema derecha prefascista de Gil Robles) en la II República (el “bienio negro” del 34 al 36), y término apoyando y alabando el golpe fascista de Franco.
Los componentes básicos del “cóctel de Lerroux” son los mismos que los de UPYD: populismo, demagogia y españolismo a raudales. Todo esto cimentado en un líder (una líder en este caso) que miente más que habla , que ataca a la “clase política “, cuando ella hizo la “primera comunión” en coche oficial ( 32 años lleva la buena señora comiendo de los sueldos públicos); y a los que sólo les guía la ambición más descarnada y arbitraria.
La ambigüedad ideológica es otra característica común entre Lerroux y la UPYD. Aparentemente vienen de la izquierda, gesticulan como si lo fueran pero caminan a paso agigantados hacia la derecha. Por supuesto, proclaman que no son ni lo uno, ni lo otro (derecha / izquierda): son sólo españoles honrados, gente del pueblo, que quieren el bien de España por encima de los “intereses de partido”, y de los “reinos de Taifas”.
La hoja de ruta de UPYD tiene muchas papeletas para ser la misma hoja de ruta del lerrouxismo: no digo que necesariamente terminen en el fascismo, ojala no, pero si en el autoritarismo más conservador. Ya han dado alguna muestra en el programa electoral reciente: aumento gastos militares, centralización de competencias, energía nuclear, política antiinmigración, cuestionamiento de derechos como el aborto, involución en el modelo educativo, copago sanitario, etc.
El caladero de votos más importantes lo tienen, que casualidad, en Madrid, las Castillas y Valencia. Todo el que piensa como la derecha pero quiere seguir creyendo, y diciendo, que es de izquierda, los vota. El populismo apolítico (o sea antidemocrático) también los vota. No hay funcionario o docente estúpidamente frustrado, que no simpatice con esa líder “tan sincera y natural”. En Andalucía también están pescando y son la cresta de una ola neocentralista y conservadora. Suponen para muchos votantes, el pasillo ideal de paso entre el PSOE y el PP. Para muchos andaluces y andaluzas la UPYD es el amortiguador moral de su abandono de la izquierda.
Se han quedado sin el fantasma siniestro de ETA y buscan un nuevo espacio de chantaje emocional, pueden coger cualquier bandera a condición que le de votos y huela a sable. Son la nueva derecha (que como siempre es muy vieja). Que todo el mundo lo sepa, que nadie engañe. Votar a UPYD es votar a una derecha que terminará, más temprano que tarde convergiendo en el gran lago azul de las gaviotas, como Lerroux.