
Pesar por el fallecimiento de Juan Manuel Fernández Roldán

El pasado día 14, coincidiendo con el Día de la Memoria en Andalucía, el Gobierno Municipal llevó a cabo la retirada de algunos vestigios franquistas en cumplimiento de las leyes que exigen tales actuaciones. Los colectivos memorialistas, AMEDE y el Ateneo, supimos de estas actuaciones esa misma mañana, momentos antes de iniciarse el emotivo acto que tuvo lugar junto a las fosas comunes del cementerio. De igual manera, el concejal Conrado Rodríguez trasladó a los asistentes la pertinencia y la importancia de la aprobación de los presupuestos municipales que PSOE y andalucistas han elaborado de cara a la continuidad de los trabajos de exhumación.
Desde el Ateneo Republicano y Memorialista de La Isla consideramos que el Señor Conrado equivocó el momento, el lugar y las formas para introducir el tema de los presupuestos. No se puede jugar de manera tan gratuita con las expectativas de quienes están involucrados en un proyecto tan importante, tanto por lo emocional, como lo que supone para La Isla. Para debatir sobre el presupuesto está el Pleno, como el celebrado esta misma mañana. Lo que tenía que haber hecho el equipo de Gobierno, si acaso, es haber convocado y haber hecho partícipes a las entidades memorialistas en los trabajos de elaboración e información presupuestaria.
Miguel Ángel López. lavozdelsur.es || Miguel Blanco Ferrer fue maestro de primera enseñanza en San Fernando (Cádiz) y tenía todas las papeletas para que le tocara el macabro sorteo. Y le tocó. Maestro republicano entre una horda de fascistas. Pastor evangelista en mitad de una Cruzada de liberación nacional-católica. Masón en un tiempo de bárbaros iletrados marcando la legalidad. Y presidente de Acción Republicana, uno de los partidos políticos que componían el Frente Popular que gobernaba la ciudad. Miguel tenía todos atributos que abominaban los militares, curas y fascistas que se levantaron contra la II República española el 18 de julio de 1936.
Ese mismo día lo apresaron. Las compañías de Infantería de Marina, tropas de marinería y grupos de falangistas, apenas habían tomado militarmente la ciudad. Los saqueos en las sedes de partidos políticos, sindicatos y logias masónicas aún no habían concluido. Cuando nadie en la ciudad tenía claro qué demonios estaba pasando… Miguel ya era preso. Años más tarde lo explicaban los represores con ese desparpajo que proporciona saberse impunes y amparados por los cómplices de la misma fechoría. Decían de él, como para justificar su asesinato, que «…era incansable propagandista de toda idea revolucionaria, extremista y anticlerical. Fue detenido el 18 de julio de 1936, y por sus antecedentes se le aplicó el Bando de Guerra…».
Sí. Se le aplicó el Bando de Guerra, y ya sabemos qué significa eso, que le arrancaron la vida a balazos… no porque empuñara la palabra contra el infame movimiento. Tampoco por actos ni por hechos cometidos contra la Gloriosa Cruzada Nacional —no tuvo tiempo material para oponerse de forma activa—. Lo mataron porque fue maestro, evangelista, masón y republicano, en un tiempo en el que ser todo eso era legítimo, legal y normal.
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